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La magia de un bosque vivo en miniatura

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La magia de un bosque vivo en miniatura

Cuando empecé hace 13 años en el mundo del bonsai y el penjing me llamó mucho la atención la ausencia de composiciones más complejas en muchas colecciones: los bosques. 

Al principio te quedas maravillado viendo un bonsai solitario. Como si del último samurai se tratase. Lo primero que llama más la atención es el estilo denominado «moyogi» que es el que más predomina con suma diferencia (hasta el hartazgo, la verdad)

Pero van pasando los años y no ves esa riqueza de estilos de los que el maestro John Naka hablaba en sus libros «Técnicas del bonsai I y II». No hay casi estilos balsa, composiciones Padre e Hijo, naturalistas de calidad y tampoco abundan precisamente los bosques.

El maestro John Naka junto a su espectacular bosque «El Goshin» (Protector del  espíritu) 

Así que, por encargo de una buena amiga, decidí ponerme manos a la obra con motivo de un gran regalo de reyes, y claro, teniendo como referencia los grandes bosques de coníferas que abundan en prácticamente todas las latitudes del planeta y que son tan icónicos en el cine, pues no podía ser de otra manera. 

Me lancé a realizar una composición de varias piceas de distintas edades y alturas, sobre una maceta de cerámica japonesa, con detalles de roca y tapizado en musgo de fibra larga.   

Y aquí está: 90 cm de altura desde el nebari, nada menos.

Los cuidados no son distintos a los de cualquier bonsai, no os asustéis por el tamaño y cantidad de troncos en el bosque. Una vez están metidos en la misma maceta, todo el pan de raíces comienza a funcionar como un sólo árbol, un solo elemento. Es la maravilla de la naturaleza, donde la misma especie identifica a las de su familia y cooperan todas en ese mundo invisible en parte, bajo tierra. 

Por tanto, los requerimientos de riego, abonado, pinzado, poda y trasplante son los mismos. Eso sí, manteniendo la famosa forma triangular y proporción y distancia entre ramas teniendo en cuenta ya el conjunto, la unidad. 

Por supuesto, para los profanos en la materia, debe estar siempre en exterior. Se trata de árboles, no lo olvides. Esa es parte también de su magia: Muchos no pueden creer que tengan un bosque vivo, con árboles de verdad pero «enanizados» en sus manos. Por eso piensan que tienen que protegerlo en interior. 

Nada de eso y mucho menos con una conífera. Les gusta sentir el paso de las estaciones, hacer su letargo invernal, recoger el agua del rocío en sus acículas, recibir los rayos de sol directo para hacer la fotosíntesis y así poder comer y crecer adecuadamente.

Además, la belleza de una composición así en exterior gana con mucho a tenerla en el salón de casa: créeme. A veces nos obsesionamos con aprehender y controlar las plantas en lugar de permitirles manifestarse (aunque de forma asistencial mediante nuestros cuidados) en su propio entorno, donde realmente se muestran en todo su esplendor. 

 

 

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